II Domingo de Cuaresma – Lucas 9, 28-31
El Evangelio de hoy nos presenta el evento de la Transfiguración de Jesús en el monte, acompañado por Pedro, Santiago y Juan. En este momento de revelación, Jesús se muestra glorioso, conversando con Moisés y Elías sobre su “éxodo”, es decir, su Pasión y Muerte en Jerusalén.
Para los consagrados y consagradas en la vida religiosa, este pasaje es un llamado a buscar espacios de encuentro con Dios, como Jesús que sube al monte a orar. En un mundo que vive en la prisa, la dispersión y el ruido, la vida religiosa debe ser testimonio de la importancia de la oración y el silencio. Solo en la intimidad con Dios podemos experimentar su luz y renovar nuestra vocación.
Moisés representa la Ley y Elías a los profetas; ambos dialogan con Jesús sobre su camino hacia la cruz. Esto nos recuerda que la vida religiosa no es solo contemplación, sino también compromiso con la realidad del mundo. Hoy, los religiosos y religiosas están llamados a ser profetas, denunciando la injusticia y anunciando la esperanza en una sociedad marcada por la desigualdad, la indiferencia y la falta de sentido.
Pedro, al ver la gloria de Jesús, quiere quedarse allí para siempre. Sin embargo, la Transfiguración no es el destino final, sino una preparación para la cruz. En la vida religiosa, existe el riesgo de acomodarse, de buscar solo el consuelo espiritual sin asumir los desafíos del Evangelio. Hoy, los religiosos debemos estar dispuestos a bajar del monte y caminar con el pueblo, llevando la luz de Cristo a los más necesitados.
Dios Padre habla desde la nube y señala a Jesús como su Hijo amado. En un mundo que relativiza la fe y los valores evangélicos, la vida religiosa está llamada a ser fiel a Cristo y su mensaje, aun cuando eso implique nadar contra corriente.
La Transfiguración nos enseña que la vida religiosa debe ser un equilibrio entre contemplación y misión, entre encuentro con Dios y compromiso con el mundo. Hoy más que nunca, Dios nos invita a la reconciliación y cambiar nuestros falsos esquemas y ser faros de esperanza, testigos de una fe auténtica, que transforme la realidad.
Hna. Mirian Lorena Maza Guamán.
