
La Configuración con Cristo de la Dominica Hija de nuestra Señora de Nazareth se basa, ante todo, en la meditación asidua del Evangelio y en la realización del lema dominicano: <<Darse de lleno a Dios por medio de la contemplación, para llevar a los demás, en el apostolado, el fruto de esa contemplación>>.
La misión de la Congregación se sintetiza en el <<hacerse toda para todos para ganarlos a todos para Cristo>>[1].
A ejemplo de Jesús, María y José en Nazaret, el amor a Dios, que une a las hermanas en la Congregación, es el que se debe trasmitir en el apostolado, privilegiando, en el servicio, la atención integral a los más necesitados: campesinos, obreros, empleados, estando abiertas a las necesidades pastorales de la Iglesia y atentas a los signos de los tiempos[2].
Madre Sara recibió y comprendió el precioso don de la maternidad espiritual. Dios le regaló dar a luz una familia religiosa, para que viviendo en hogar como el de Nazaret, fuera capaz de lograr discípulos para su Hijo. Ninguna duda de su apropiación de las palabras de San Pablo “¡Hijas mías!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotras”[3].
Su vocación de madre espiritual no se quedó dentro, sino que cobijó de manera especial a los sacerdotes, que como San Agustín, pueden decir “¡Lo que llegué a ser se lo debo a mi Madre!” “y, así nos dejó” una rica espiritualidad de su maternidad espiritual y sacerdotal.
La Madre Fundadora tuvo en alta estima el valor del testimonio y el ejemplo, como un medio eficaz para enseñar y evangelizar. Una Dominica Hija de Nuestra Señora de Nazareth debe ser: “Un don de Dios donde quiera que esté: velar a un enfermo, asistir a un moribundo, acompañar a una familia, a los niños, a los jóvenes, dar posada a alguien que lo necesite, todo esto y muchas cosas que se van presentando, es propio de Nazareth”. (Directorio M.S)
La Madre María Sara, desde la lectura atenta a los signos de los tiempos, da una respuesta acertada a las necesidades sociales más apremiantes de su época, según el Evangelio de Jesucristo y como gran pedagoga, va ampliando su radio de acción con los nuevos campos de misión: Hogares para las Personas Mayores, Centros dedicados a la educación de niños y jóvenes, misiones en otras formas de expresión y dentro de esa gama apostólica, un lugar a la atención especial al “sacerdote” anciano, enfermo o necesitado de alguna ayuda espiritual o material.
Hoy la Congregación realiza, por medio de cada obra apostólica, una gran misión en la Iglesia, en tres continentes: América, Europa y África. Quiere permanecer en unidad en las respuestas a los retos de una nueva pluralidad apostólica. En las comunidades se hacen esfuerzos de equilibrio entre lo individual y comunitario, espiritual y científico; en la búsqueda de caminos asertivos, para seguir peregrinando con fe, esperanza y amor, siendo testimonio del carisma emanado del Hogar de Nazaret.
[1] Cf. 1Cor. 9,22
[2] Cf. Const., C. I, 7
[3] Cf. Gálatas 4,19




La Configuración con Cristo de la Dominica Hija de nuestra Señora de Nazareth se basa, ante todo, en la meditación asidua del Evangelio y en la realización del lema dominicano: <<Darse de lleno a Dios por medio de la contemplación, para llevar a los demás, en el apostolado, el fruto de esa contemplación>>.
La misión de la Congregación se sintetiza en el <<hacerse toda para todos para ganarlos a todos para Cristo>>[1].
A ejemplo de Jesús, María y José en Nazaret, el amor a Dios, que une a las hermanas en la Congregación, es el que se debe trasmitir en el apostolado, privilegiando, en el servicio, la atención integral a los más necesitados: campesinos, obreros, empleados, estando abiertas a las necesidades pastorales de la Iglesia y atentas a los signos de los tiempos[2].
[1] Cf. 1Cor. 9,22
[2] Cf. Const., C. I, 7
Madre Sara recibió y comprendió el precioso don de la maternidad espiritual. Dios le regaló dar a luz una familia religiosa, para que viviendo en hogar como el de Nazaret, fuera capaz de lograr discípulos para su Hijo. Ninguna duda de su apropiación de las palabras de San Pablo “¡Hijas mías!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotras”[3].
Su vocación de madre espiritual no se quedó dentro, sino que cobijó de manera especial a los sacerdotes, que como San Agustín, pueden decir “¡Lo que llegué a ser se lo debo a mi Madre!” “y, así nos dejó” una rica espiritualidad de su maternidad espiritual y sacerdotal.
[3] Cf. Gálatas 4,19
La Madre Fundadora tuvo en alta estima el valor del testimonio y el ejemplo, como un medio eficaz para enseñar y evangelizar. Una Dominica Hija de Nuestra Señora de Nazareth debe ser: “Un don de Dios donde quiera que esté: velar a un enfermo, asistir a un moribundo, acompañar a una familia, a los niños, a los jóvenes, dar posada a alguien que lo necesite, todo esto y muchas cosas que se van presentando, es propio de Nazareth”. (Directorio M.S)

La Madre María Sara, desde la lectura atenta a los signos de los tiempos, da una respuesta acertada a las necesidades sociales más apremiantes de su época, según el Evangelio de Jesucristo y como gran pedagoga, va ampliando su radio de acción con los nuevos campos de misión: Hogares para las Personas Mayores, Centros dedicados a la educación de niños y jóvenes, misiones en otras formas de expresión y dentro de esa gama apostólica, un lugar a la atención especial al “sacerdote” anciano, enfermo o necesitado de alguna ayuda espiritual o material.
Hoy la Congregación realiza, por medio de cada obra apostólica, una gran misión en la Iglesia, en tres continentes: América, Europa y África. Quiere permanecer en unidad en las respuestas a los retos de una nueva pluralidad apostólica. En las comunidades se hacen esfuerzos de equilibrio entre lo individual y comunitario, espiritual y científico; en la búsqueda de caminos asertivos, para seguir peregrinando con fe, esperanza y amor, siendo testimonio del carisma emanado del Hogar de Nazaret.