

Bibliografía.
Sus padres Francisco y Mercedes, vivían en el municipio de Saboyá (Boyacá-Colombia), en la vereda “El Resguardo”. José Heliades María nació el 23 de junio de 1906.
A los pocos días de su nacimiento, el 4 de julio, es bautizado en la Parroquia de Saboyá, por el Párroco Gabriel Palacios, siendo sus padrinos Alfredo Casas y Mercedes Santamaría, quienes se encargaron de ayudar a Francisco y Mercedes en la fe y la piedad cristiana de su hijo.
Dios ha destinado a José Heliades para una misión muy especial en la Iglesia, la gracia santificante va actuando en su alma y haciendo progresos insospechados en su vida; terminados sus estudios secundarios, y sintiendo la llamada del Señor, ingresa a la Orden Dominicana.
El 2 de octubre de 1925 confirma su opción mediante su profesión religiosa.
Realiza su formación sacerdotal en el estudiantado de la Orden en Tunja (Boyacá-Colombia) y en el Colegio “Angelicum” de Roma (Italia). El 7 de marzo de 1930 ratificará su seguimiento al Señor con la Profesión Solemne, y en el mismo año, es ordenado diácono. Desarrolla una gran actividad pastoral y se hizo notable por su don para la música litúrgica.
No accede a pedir el sacerdocio terminados sus estudios, pues se considera indigno de tan alto ministerio. Después de algunos años de profundo discernimiento se decide y es ordenado sacerdote.
El día de su ordenación estaba allí Sara Alvarado Pontón, la futura fundadora de la Congregación. Él describirá ese momento así: “¿Por qué usted estaba allá en ese momento, el más grande de mi vida cuando mis padres y familiares estaban ausentes? ¿Casualidad? De ninguna manera. La casualidad no existe en ningún momento para los cristianos. Fueron Ellos: Jesús y María, los que la llevaron para entregarle solemnemente y ¡en qué momento! mi alma de sacerdote de María”.
Cofundador de las Hermanas Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth
El 27 de octubre de 1940, después de orar y descubrir la voluntad de Dios, inicia la obra de la dirección espiritual de la Señorita María Sara Alvarado Pontón, llevándola progresivamente por los caminos de unión íntima con el Señor y con la Virgen María. El Padre la acompaña con un sentido paternal profundo, llevándola a la realización de sus ideales de entrega al Señor y de trabajo apostólico.
La Madre María Sara Alvarado comienza el camino para la fundación de la Congregación, que el Padre Higuera acompaña desde el silencio y la prudencia, ayudándola en el discernimiento de la voluntad de Dios. La obra tenía proyectos muy grandes en medio de su gran sencillez, inspirada en el Hogar de Nazareth. El Padre es una pieza clave que acompaña y guía a las religiosas de la Congregación en su formación y consolidación de su carisma y espiritualidad dominicana-nazarena.
A partir del 2 de enero de 1969 se traslada al Noviciado de las Hermanas Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, en donde permanece hasta el día de su muerte.
Dominico asceta y místico, hombre contemplativo, unido constantemente a Dios; sacerdote de intensa oración y profunda espiritualidad, amante de la Verdad y del estudio. Su mirada reflejaba la pureza de su alma y la rectitud de intención con que lo hacía todo, tratando siempre de agradar a Dios y cumplir su Divina Voluntad. Apóstol infatigable, hombre de Iglesia, dotado de una gran inteligencia, capacidad de entrega y alta calidad humana
Un Dominico que encausó toda su ascesis en dejarse conducir por las manos de María Santísima, haciéndolo todo como su verdadero esclavo, por Ella, con Ella y para Ella.
El Capítulo especial de la Congregación celebrado en 1971 declaró a Fray Enrique Alberto Higuera Barrera, O.P. “Cofundador” de la Congregación de Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth.
El Padre Higuera muere en olor de santidad, el 4 de marzo de 1976, en la Casa Generalicia de la Congregación, en Bogotá (Colombia).
Al correr la segunda parte del año 1968, en su vida se opera un hecho bastante diciente: su marginación de la vida conventual.
Tras largas horas de oración y diferentes consultas con algunos religiosos, aunque con una sombra de nostalgia en la mirada, el Padre Higuera toma la decisión de pasar a habitar en “San Gregorio”, la Casa General de nuestra Congregación de Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, ubicada en el Barrio Suba de Bogotá. Nuestro Nazareth será su lugar básico de oración, de estudio, de descanso, de apostolado hasta su partida a la eternidad. Desde allí continúa con la formación y dirección de las hermanas de nuestra Congregación, pero también su misión de predicador en varios conventos y monasterios; continúa con su silenciosa labor de confesor y orientador de religiosas y formandos, aunque ya no con la misma intensidad de años atrás, debido a su delicada salud.
Poco a poco y con la mano en el arado, se va apagando su vida terrenal, pero su alma cada vez más unida al Señor y a la Virgen María. Sus libros de oración: El Breviario y el Rosario, acompañados por una imagen de la Virgen, que lleva semiescondida en su mano izquierda.
Su servicio a la Provincia San Luis Bertrán de Colombia fue intenso, primero cumpliendo, hasta brillantemente, con sus deberes de estudio en su etapa previa a la ordenación sacerdotal, después en los trabajos y cargos que le exigió la vida, en Tunja, Bogotá, Chiquinquirá, Convento del “Ecce Homo” de nuevo en Bogotá y Chiquinquirá, para terminar en Bogotá. Fue prior en varias ocasiones y en alguna ocasión vicario provincial.
Participó en Capítulos provinciales y, en nombre de la Provincia, en el Capítulo General de Roma en el año 1955. Fue consejero de la Provincia, participó en consejos extraordinarios de la misma. Lo nombraron “Depositario de la Provincia” normalmente al lado de Fray Tomás María Quijano, a los que, de algún modo, encomendaban la custodia de bienes que pertenecían a la institución Provincial (1953 y 1957).
Pronto empieza a destacarse como un buen y profundo predicador de ejercicios espirituales y que desde entonces esta empieza a ser su actividad principal, carisma con el que el Señor lo dotó para su Gloria y para llevar muchas almas a Él, especialmente dirigidos a comunidades religiosas.
Entrando el mes de agosto de 1952, trabaja y vive el “Primer Congreso Dominicano” reunido a propósito de la inauguración del Convento Santo Domingo. Entre los ponentes y animadores aparece de manera relevante el Padre Higuera, quien llegado el momento presenta dos trabajos: “La Orden de María” (segundo día del Congreso) y el otro “El rescate por el sufrimiento; las dos Hostias del Sacrificio”.
En el año 1954, declarado por la Santa Sede “Año Mariano” por motivo del primer centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada, el Padre Higuera es declarado “Predicador Mariano”, por lo que dedica su tiempo a la predicación de ejercicios en su comunidad local (Convento Santo Domingo), en varias comunidades religiosas y hasta seminarios.
pREDICADOR MARIANO.
Destacó siempre por su amor ferviente a María, su Madre del cielo. Con hondura teológica discurría ante el auditorio reunido para el Primer Congreso Dominicano de Colombia, en 1952. Recordaba que María tiene un influjo muy real, y una actividad muy personal en la santificación de las almas. Su mariología, la sintetizó en una oración compuesta por él y tantas veces recitada y meditada por él, que sigue viva en nuestra Congregación:
Oh Madre benditisima, Virgen fiel, te entrego para siempre mi alma, mi corazón, mi vida, Reina misericordiosísima, dame tu corazón. Hazme siempre fiel, exquisitamente fiel. Que me sumerja totalmente en Ti; que me fusione de tal manera contigo, que, en ningún momento, ni en lo más mínimo pueda traicionar al Amor siendo infiel. Reina de los corazones, sé tú mi fidelidad, para que a pesar de mi miseria, mi vida fundida en la tuya, llegue a ser en todo y para siempre un himno de alabanza al Padre Celestial. Amén.
El rosario era para él la “reina de las devociones marianas”, el medio adecuado para rendir culto a María, medio eficaz de santificación y “la esperanza de la salud del mundo”. Añadía: “Es el regalo más precioso que, después de haber atraído a su Divino Hijo para la redención del hombre, le ha hecho María Santísima a la humanidad” (Téllez G, El rescate por el sufrimiento, p. 129). Amaba intensamente la devoción del Rosario, y testificaban que lo rezaba antes de la Eucaristía de la mañana, sin que contara el número de veces que lo recitaba. Lo recomendaba con asiduidad como medio de unión con Cristo.
“Su amor a la Santísima Virgen le llevaba a confiar en Ella plenamente, como un verdadero hijo, y procuraba también con gran empeño hacerla amar de todos los que tenían trato con él. Sobre todo, en sus conferencias a distintos grupos de religiosas, comunicó esa seguridad que él tenía en la protección maternal de María Santísima y en que esta Santísima Madre nos conduce a Cristo. Ella, la Madre benditísima, como él la llamaba, le concedió la gracia de la perfecta fidelidad hasta el fin, con la respuesta humilde y generosa a la divina llamada, que recibió con la serenidad y abandono con que aceptó siempre la voluntad del Padre Celestial” (Sor María Teresa Restrepo V. Hija de María Auxiliadora, junio 29 de 1976).
“En cuanto me consta, el Padre Higuera marianizó su vida: sus palabras marianas eran fuego de amor, y llevaba en su mano derecha una estatuilla de la Milagrosa, que besaba en entrega para siempre. Fue un dominico que vivía lo que predicaba y halló en los sacrificios la victimación del amor y el perfeccionamiento de la santidad” (Fray José de Jesús Gamboa, O.P.).
“Al fin, pleno de méritos y como coronamiento de su larga y penosa enfermedad, sin desertar de su trabajo apostólico, y con la firme expectativa de unirse más íntimamente con Dios y la Virgen María del Rosario, de quien fue de sus más preciados hijos y ferviente predicador, se durmió suave y dulcemente en brazos de la Divina misericordia en la casa de las Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, quienes le brindaron las más cálidad y fraternas atenciones hasta los últimos momentos de su vida. Dios lo tenga en el seno de su misericordia” (Fray Gabriel Tomás Monsalve S., O.P.).
Camino a la santidad.
La fama de santidad del Padre Higuera ha movido a pedir y se ha obtenido la apertura de su proceso de canonización. Los responsables o parte actora del Proceso, son la «Orden Dominicana -Provincia de San Luis Bertrán» de Colombia y la Congregación de «Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth». Este proceso se sigue en la Arquidiócesis de Bogotá, desde el año 2015.
Algunos rasgos de la santidad del Padre Higuera
- Como Santo Domingo, fiel imitador de Jesucristo.
- Coherencia: Pureza de vida, Obediencia activa, Pobreza.
- Sacerdocio íntegro, fiel a la Iglesia.
- Predicación: Llevar a la práctica el Evangelio.
- María camino para llegar a Cristo, por Cristo al Padre.
- Testimonios: Modelo de sacerdote y religioso
«Que el ejemplo de este hombre de Dios, de su humildad, de su amor a Cristo, a la Iglesia, a María Santísima, sea para todos nosotros: cristianos, religiosos y sacerdotes, un modelo y ejemplo para que, siguiendo las huellas de este hombre bueno, podamos nosotros responder a nuestra misión y a nuestra vocación de consagrados en Cristo Jesús»
Saludo de condolencia a nombre del Señor Cardenal, de la Curia Arzobispal, de las Comunidades religiosas de la Arquidiócesis de Bogotá, a la Orden Dominicana y a la Congregación de Dominicas de Nazareth. Padre Tulio Duque, Vicario de Religiosos. Misa de exequias. Marzo 6 de 1976.
«Estas hermanas saben, y lo saben bien, cuánta doctrina pura salió de sus labios, manifestación de lo que sentía en su corazón».
«Fue gran director espiritual, y muchas religiosas de distintas comunidades le deben él mucho, y muchas vocaciones recibieron perseverancia y fortaleza a través de las palabras de este hombre que sentía en su carne el aguijón del Evangelio»
Fr. José de Jesús Farías, O.P., Exprovincial de la Provincia de San Luis Bertrán de Colombia. Misa de exequias. Marzo 6 de 1976
Que estas frases extraídas de algunas conferencias del Padre Enrique Higuera, iluminen nuestra fe y amor a Jesús y a María.
- “¿Cuál debe ser el obsequio digno de la Santísima Virgen?, lo que Ella espera en su corazón es el poder asemejarnos plenamente a Cristo Nuestro Señor, a quien Ella más ama. Quiere que nuestra vida sea una verdadera imagen de su Divino Hijo”.
- “Dios se ha dignado maternizarse en María”.
- ¡Ah, Madre mía! que la mente, que los ojos de mi alma no se ofusquen para enceguecerme y turbarme cuando Él me envíe con mano misericordiosa contrariedades, cruces y sufrimientos. Si Él me los envía es porque me ama”.
- “Sin la cruz no hay pureza, sin la cruz no hay luz. No podemos llamarnos verdaderos cristianos e hijos de Dios si no hay cruz y es que la cruz es la señal del cristiano”.
- “¡Vivir de Eucaristía! ¡Qué hermoso programa para todo cristiano! Vida de oración, generosidad y Eucaristía, es el programa de santidad”.

1926 • 20 años
Hecha su profesión religiosa en la Orden Dominicana, continúa su formación. Distinguiéndose por su clara inteligencia es enviado a cursar estudios eclesiásticos en el Colegio Angelicum, hoy Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma.

1933 • 29 años
Regresando a Colombia por su débil salud, hace su Profesión solemne. En los años 1930-1933 cursa los estudios de Teología en el Estudiantado de la Provincia en Tunja. Recibe el diaconado y comienza su misión de predicación. Se vale de sus dotes musicales.

1946 • 40 años
Dos veces Prior del Convento N.S. del Rosario de Chiquinquirá. Insigne devoto de la Santísima Virgen, le rinde homenaje con el Provincial francés.

1955 • 51 años
Tres veces Prior del Convento de Santo Domingo de Bogotá. Delegado por el Capitulo Provincial participa en Roma en el Capítulo Electivo de 1955.

1960 • 54 años
Por décadas viajero incansable en servicio de la animación espiritual de la Vida consagrada femenina, con la predicación de Ejercicios Espirituales y Dirección espiritual.

1962 • 56 años
Fundador y Director Espiritual del Movimiento de Religiosas de María, celebra la Eucaristía para un grupo de ellas; lo acompaña Fr. Luis Francisco Pardo, O.P

1964 • 58 años
Goza el acontecimiento de la Aprobación Diocesana de la Congregación y su Afiliación a la Orden Dominicana, pasos de consolidación a los cuales contribuyó con su sabio y prudente acompañamiento desde 1940, labor que continuará hasta la aprobación Pontificia en 1975.

Marzo 4 de 1976 • 70 años
Vestido con su hábito dominicano completo, entrega su alma al Señor en su sencilla habitación de la Casa General de la Congregación.
Lo rodean la S.D. Madre María Sara, Superiora General y Hermanas que compartieron sus últimas horas.