Domingo 7 de julio (14º semana TO) Mc 6, 1-6
Jesús, después de haber realizado numerosos milagros y enseñanzas en otras regiones, retorna a Nazaret, su pueblo natal. Allí, en el día del Sabbath, comienza a enseñar en la sinagoga. Aunque inicialmente sus palabras generan asombro, pronto emergen las dudas y los prejuicios. La gente del lugar se pregunta cómo es posible que alguien a quien conocieron como el carpintero, el hijo de María, pueda tener tal sabiduría y realizar milagros.
A pesar de las maravillas que Jesús había realizado, en Nazaret, la gente se centra más en su origen y su familia que en su mensaje y sus obras. Este escepticismo de “lo conocido” nos muestra cómo la familiaridad puede a veces cegarnos a la grandeza. Es un llamado a examinar cómo nuestras preconcepciones sobre las personas y situaciones pueden impedirnos ver y aceptar verdades profundas.
Jesús dice que: “Un profeta solo en su tierra, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio”. Esta es una triste realidad humana: a menudo desvalorizamos lo sagrado y lo extraordinario cuando se presenta en un contexto familiar. Esto nos advierte sobre el peligro de tomar por sentado a aquellos que nos rodean, especialmente aquellos que podrían tener mucho que enseñarnos. El pasaje concluye señalando que Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, salvo curar a unos pocos enfermos, debido a la falta de fe de la gente. Podemos intuir, por tanto, que el poder de la fe es un requisito para el milagro y la transformación. La fe no es simplemente creer que algo bueno puede ocurrir, sino una apertura activa a las posibilidades de Dios.
En nuestras propias comunidades, ¿ignoramos a aquellos que, como Jesús, pueden estar compartiendo verdades importantes simplemente porque los conocemos demasiado bien?
Oración
Señor, concédenos la gracia de ver más allá de nuestras expectativas y prejuicios, especialmente hacia aquellos cercanos a nosotros. Ayúdanos a reconocer y valorar tu obra y sabiduría en cada situación, manteniendo nuestros corazones abiertos a las sorpresas que nos ofreces cada día. Amén.